Cuántas
veces nos hemos encontrado en situaciones poco
apetecibles o incómodas simplemente por no saber decir “no”.
He perdido la cuenta. En mi caso, no es que no sepa pronunciar las
letras N y O, o que quiera ser tremendamente servicial, cortés o
amable. No. Simplemente ¡no tengo del todo claro
cuándo una situación requiere un no! Además,
soy capaz de presentir que esa respuesta no va a gustar mucho a la
otra persona, por lo que prefiero adoptar una actitud pasiva antes que
defender mis pensamientos. Me entendéis (¿no?).
Podría
simplificar el
sinfín de causas que
nos conducen a estas situaciones
con sólo una
palabra: COMPROMISO.
Simple
y llanamente. Somos
nosotros mismos los que nos metemos de lleno
en la boca del lobo.
Opino
que el
“compromiso” engloba
otros conceptos
que hacen que
no sepamos
emplear debidamente una respuesta negativa. El
compromiso viene dado porque existe
cariño, afecto, admiración hacia esa persona y querer contentarla.
También por respeto,
miedo a las consecuencias,
desconfianza, vergüenza y
principalmente por inseguridad en uno mismo.
Extrapolando desde una
situación familiar hasta el terreno laboral.
El quid de la cuestión radica en que, cuando
uno se siente capaz de defender sus derechos, opinar libremente y de tomar sus propias
decisiones, la fe
en uno mismo mejora muchísimo. Concediéndonos
inmediatamente la capacidad de decir “no” y de
no dejar que los demás decidan por nosotros.
Ahora ya tengo claro que un "no" no depende de la situación, solo depende de mi.
Ahora ya tengo claro que un "no" no depende de la situación, solo depende de mi.
Y vosotros, ¿sois
capaces? o ¿sois pasivos?
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